martes, 17 de septiembre de 2013

Ella.

Antes de darme cuenta, el sonido estridente del telefonillo me sobresalta, haciendo que me espabile en un segundo. << Esta es Laura. Por fin >>.
Me levanto como puedo del sofá, es que es muy cómodo. Me abro paso entre las bolsas de Versace y Prada que se amontonan en el pasillo, que más que un pasillo parece una pista para las carreras de obstáculos.

- ¡Que ya vaaaaaa! - Por favor, que deje de quemarme el telefonillo que me duele la cabeza.
Pulso el botón azul con la llavecita negra, y me apoyo en la pared a la espera de que cruce el inmenso hall del portal y llegue a la segunda puerta. Otro zumbido me atraviesa los tímpanos, vuelvo a pulsar el botón y, dejando la puerta entreabierta, me vuelvo al sofá.

- Nena... - Se oye desde la puerta, una voz suave y notablemente cansada.
- Grrrr. - Solo me sale gruñir. Sofá, tú tienes la culpa de que sea un zombi en vez de una mujer. - ¿Cómo está mi chica guapa?
- ¡Hasta el tete, nena! - Me mira con sus ojazos marrones, con unas ojeras sombreándolos. - Uf, qué día más horrible, amore.
Se deja caer en el sofá, y tal y como está solo me dan ganas de achucharla. Me incorporo, intentando sentarme en una posición más o menos decente.
- Cuéntame, ¿qué te ha pasado hoy en la oficina?
- ¿Que qué ha pasado? ¡Nadaaaaaa! Solo tengo que marcharme el miércoles a Barcelona con el estúpido, engreído, cuerpo perfecto, pedante y maravilloso Javier, ¡nada más!
- ¿Por qué me gritas a mí? - Mis rizos pelirrojos se escapan de mi maltrecho moño, cubriéndome la cara, y junto a la cara de cría que se me pone cuando grita, parezco una niña a punto de hacer la comunión.
- ¡Y yo qué coño sé! - Su cara de mala hostia se suaviza, se ha dado cuenta de las voces que me está pegando y sus ojos brillan. Lo dicho, ganas de achucharla en aumento. - No te grito, me grito a mí misma por ser tan tonta.
Sonrío, y se me escapa un bostezo que parece que le alegra un poquito su cara bonita, aunque ella no se dé cuenta.
- Bueno va, vamos a comer algo y así me cuentas qué cojones te ha hecho el tío ese, ¿vale?
- Pfff, comer no es lo que me apetece ahora mismo, de verdad Hel, en serio.
- Pues te aguantas. Estos cuerpos necesitan gasolina y no se hable más.
Me levanto de un salto de mi precioso sofá y, cogiéndola de la mano, la guío hasta la cocina.
- A ver qué has traído hoy para que comamos...¿volvemos a ser cebras?
Una carcajada inunda el salón, dándole vida a la mía.
- Síiiiii, igual, igual. Nena, ensalada y una manzanita para cada una.
- ¡Y una mierda! A grandes males, grandes remedios, que decía mi madre. Y esa sabe mucho del tema.

Nos ha jodido que sabe del tema, sajó al capullo de mi padre y ahora está en las Seychelles con su novio, también hasta las orejas de billetes de 500.
Laura abre la nevera, que más que una nevera que de tan vacía como está, parece el ataúd de Walt Disney. Pero sin él, obviamente.
-Ecoooo...eeecoooo... - Mira que es tonta. Y mira que sabe cómo alegrarme el día.
- ¿Vas a dejar de hacer el canelo? - digo, frunciendo el ceño.
- ¿Vas a dejar de ser mi padre?
No puedo aguantar y me río tan fuerte que me duele todo el cuerpo, y ella se une a mí, terminando las dos en el suelo de mi brillante cocina a estrenar.
- Ay, ay ay ay, basta, me duele la tripa de reír, boba. Venga va, pedimos algo de comer y mientras llega la comida voy dándote el masaje, ¿te parece?
- Me parece lo más sensato que he escuchado hoy, amor.
- Perfecto, pásate a la habitación y yo voy llamando a la pizzería, ¿sí?
- Genial, nena.

Mientras ella se acomoda, llamo a la pizzería. Una pizza familiar, mitad Carbonara y mitad Barbacoa. Voy a por la crema al baño que está más cerca a la entrada de la habitación, y mi móvil vibra en la goma de mis braguitas de encaje fucsia. Álvaro, me había olvidado de él. Bah, luego le llamo. Tengo a mi preciosa morena medio en pelotas que está esperando a que la mimen un poquito en la camilla de mi cuarto, el unineurona musculoso puede esperar.


sábado, 3 de agosto de 2013

Maldito alcohol.

Mierda. Me he vuelto a quedar dormida. Miro el reloj, las tres y media.
Me levanto a por un paracetamol, aunque no creo que me haga mucho efecto porque debo tener más alcohol que sangre ahora mismo.
¿He dicho ya que odio los lunes, verdad? Pues lo repito. Todos los lunes son tediosos, monótonos, sin nada que hacer aparte de quedarme tumbada en el sofá o bailar un rato. Quizá vuelva a dar clases de ballet, por lo menos tendría algo que hacer.

Bip, bip. El móvil. ¿Y si...?

No me lo pienso y marco el número de memoria.
- ¿Sí? - Responde una voz clara, y con un cansancio notable.
- Hola Laurita. ¿Has salido ya del curro o sigues dando el callo en la ofi?
- No, acabo de salir. Y tú te acabas de levantar, ¿a que sí?
- Eh...casi. ¿Te apetece una cerveza fresquita y un masajito? - Se ríe.
- Claro, acabo de montarme en la caja del infierno con ruedas. - Odia los autobuses. Bendito coche. - Cuando llegue, me paso por tu casa. Pero solo voy por el masaje, que a ti no te quiero ni ver, cacho puta.

Y cuelga. Me echo a reír, pero un pinchazo en la sien me recuerda que reírse es una mala idea y lo gilipollas que soy. Por favor, que alguien me sacrifique.
Le haríais un favor a la humanidad.

Me vuelvo a tirar en el sofá, y en cuanto me siento, suena el móvil.
Álvaro. El guapo, musculoso y sin neuronas Álvaro. Menos mal que en la cama cumple.

Ahora sí que sí, es un buen día.

domingo, 28 de julio de 2013

Buenos días, mundo.

Cuando me despierto, el sol hace ya mucho que ha salido. Son las dos y media de la tarde y aquí sigo, tirada en la cama sin poder moverme. Me duele la cabeza, tanto, que el simple hecho de pestañear me parece una tortura.
Es lunes, o eso creo. El lunes de después de un fin de semana del que no recuerdo ni la mitad. La culpa es del garrafón que te dan por alcohol bueno en estas discotecas de ahora; no me extraña que los chavales de hoy en día tengan más hormonas que neuronas.
Decido ponerme en pie, << deberías darte una ducha, guapa >>. Y eso hago.
Malditos lunes. Menos mal que ya hace mucho que no tengo que ir a trabajar, gracias a mi padre, a sus millones, y al reparto de bienes que mi madre le hizo firmar por si acaso resultaba que era un capullo. Y así fue.
Después de casi una hora debajo del agua, tengo la genial idea de comer algo. Pero me arrepiento nada más abrir la nevera, así que cojo una cerveza fresquita y me tiro en el sofá.

Bueno, parece que el día no ha empezado tan mal.

                          Helena.

viernes, 26 de julio de 2013

PRÓLOGO

A los osados lectores que tengan la presuntuosidad de darse por aludidos:


Este relato narra una historia ficticia, los personajes, lugares y hechos que serán presentados a continuación

no son sino objeto de la fantasía. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, ¿o no?

Si por algún momento llegasen a creerse reflejados como por un espejo, atrévanse a mirarlo,

¡no irán a decirme que a estas alturas podría darles miedo lo que viesen!

Helena
XXX